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nueces

















Científicos de la Universidad de California-Davis han demostrado por primera vez que las nueces reducen el tamaño y la tasa de crecimiento del cáncer de próstata en animales. Los resultados de su estudio se han hecho públicos durante la reunión nacional de la Sociedad Química Americana que se celebra esta semana en San Francisco (Estados Unidos).

Las nueces son una fuente rica en sustancias saludables, incluyendo los ácidos grasos omega 3, que se encuentran también en alimentos más caros como el salmón; los tocoferoles gamma, una forma de vitamina E; los polifenoles y los antioxidantes.

Según explica Paul Davis, director de la investigación, "las nueces deben formar parte de una dieta saludable para la próstata, una dieta equilibrada que incluya muchas frutas y vegetales". De hecho, los estudios señalan que los tomates y el zumo de pomelo también reducen el riesgo de sufrir cáncer de próstata.

Los científicos mostraron recientemente que las nueces podían combatir la enfermedad cardiaca al reducir los niveles de endotelina, una sustancia que aumenta la inflamación de los vasos sanguíneos. Este efecto se añadía al de la reducción de los niveles en sangre de colesterol 'malo', colesterol de lipoproteínas de baja densidad o LDL.  Dado que las personas con cáncer de próstata tienen niveles elevados de endotelina, los científicos decidieron probar si el consumo de nueces podría ser beneficioso en el cáncer de próstata.

Davis y su equipo alimentaron a ratones de laboratorio, programados genéticamente para desarrollar cáncer de próstata, con el equivalente a 14 nueces peladas diarias durante dos meses. Un grupo control de ratones siguió la misma dieta pero con aceite de soja.  Los ratones alimentados con las nueces desarrollaron cánceres de próstata que eran un 50 por ciento más pequeños que los de los ratones control. Estos cánceres también crecieron un 30 por ciento más lentos.

Por si esto fuera poco, análisis genéticos mostraron que las nueces también tenían grandes efectos beneficioso sobre los genes que participaban en el control del crecimiento tumoral. Así es.
 


Comer alimentos fritos aumenta el riesgo de cáncer de próstata


fritos















Comer al menos una vez en semana patatas fritas, pollo o pescado rebozados y otros alimentos fritos en aceite abundante se asocia con un mayor riesgo de cáncer de próstata, además de que predispone a una evolución más agresiva de esta enfermedad, según acaban de demostrar investigadores del Centro de Investigación del Cáncer Fred Hutchinson de EE UU. Concretamente, en varones el riesgo de padecer este tipo de tumores aumenta entre un 30 y un 37% si consumen alimentos fritos una vez por semana frente a si lo hacen solamente una vez al mes, según muestran sus trabajos con 3.000 varones con edades comprendidas entre 35 y 74 años.

Los investigadores sospechan que cuando el aceite se calienta a las temperaturas elevadas necesarias para freir los alimentos, se forman compuestos potencialmente carcinógenos como la acrilamida, muy abundante en comidas ricas en carbohidratos como las patatas fritas, o las aminas heterocícilicas que aparecen cuando la carne se cocina a altas temperaturas. También se forman en el aceite hirviendo aldehídos y acroleína. Estos compuestos tóxicos aumentan todavía más si se reutliza el aceite o si el tiempo de fritura se prolonga.

A esto se suma que los alimentos cocinados a altas temperaturas, especialmente los fritos, contienen grandes cantidades de los llamados productos finales de glicación avanzada (AGE, por sus siglas en inglés), que han sido asociados con la inflamación crónica y el estrés oxidativo. Por ejemplo, si freímos pollo durante 20 minutos su contenido de AGEs es 9 veces superior a si lo cocinamos en la olla durante una hora.

Los alimentos fritos con aceite abundante habían sido asociados previamente con otros tipos de canceres, en concreto de mama, de pulmón, de páncreas, de cuello y de esófago.




La velocidad de rendimiento cognitivo entra en declive a partir de los 24 años





































 

A los 24 años no solo dejamos de ser adolescentes, sino que según un nuevo estudio de la Universidad Simon Fraser (Canadá), una persona alcanza su punto máximo en términos de desarrollo motor y cognitivo a esta edad. A partir de aquí, comienza a experimentar un declive.

 

El estudio, publicado en la revista Plos One, trataba de averiguar en qué momento de la vida comenzamos a sufrir una bajada en todo lo relacionado con nuestras habilidades motoras y su relación con el rendimiento cognitivo. Para ello, los investigadores analizaron los registros de rendimiento online de 3.305 jugadores de Starcraft 2 (Blizzard) con edades comprendidas entre los 16 y los 44 años de edad.

 

Los registros de rendimiento de los jugadores online constituyen una base de datos muy valiosa, ya que representan miles de horas representativas de las estrategias cognitivas en tiempo real. Así, los investigadores pudieron analizar profundamente de qué forma respondieron los jugadores a sus oponentes y qué tiempo emplearon para reaccionar.

 

El examen del volumen total de datos arrojó que “después de los 24 años, los jugadores muestran una desaceleración en sus reacciones; esta disminución del rendimiento cognitivo estaba presente incluso en los jugadores con más habilidad”, afirma Joe Thompson, autor principal del estudio.

 

De cualquier forma, los resultados también sugieren que aunque nos volvamos más lentos de respuesta con la edad, la experiencia adquirida con los años nos ayuda a desenvolvernos con más eficiencia y por tanto compensar esta pérdida de velocidad provocada por la edad.

 






Consumir marihuana puede provocar problemas
cardíacos y la muerte







































 

La salud del corazón se ha convertido en una prioridad para todos. A pesar de que hay muchos factores que pueden ocasionar problemas cardíacos como llevar una vida sedentaria, estar obeso o fumar, ahora un equipo de investigadores del Hospital Universitario de Toulouse (Francia) ha añadido la marihuana como elemento de riesgo para nuestro corazón.

 

Para ello, realizaron un seguimiento a todos los casos registrados entre 2006 y 2010 en la Red francesa de vigilancia de adicciones, el organismo que cuantifica y evalúa los problemas de salud relacionados con las drogas. Del examen de los datos se dedujo que el 2% de ellos tenía una vinculación directa entre marihuana y problemas cardiovasculares (principalmente infartos).

 

"El cannabis puede desencadenar problemas cardiovasculares y así debe ser visto por especialistas sanitarios y usuarios, que a menudo admiten los peligros de drogas como la cocaína y las anfetaminas, pero minimizan los del cannabis", afirma Émilie Jouanjus, líder de la investigación.

 

El estudio, que ha sido publicado en la revista Journal of the American Heart Association, pone de manifiesto que este porcentaje probablemente sea mayor de lo obtenido, ya que muchos de los casos no son notificados y por tanto no aparecen en los registros, pero la tendencia de este problema es al alza y su gravedad también. No en vano, de los 1.979 casos analizados, el 25% de ellos acabaron con resultado de muerte.

 

"No está claro cuál es el mecanismo por el que la marihuana afecta al corazón, pero ya se había asociado su uso con riesgo de infarto o de muerte súbita", afirma Jouanjus.






¿Cuál es el límite para ponerse moreno? ¿Cuál es el límite para ponerse moreno?




 


























 

Pues depende. La llamada dosis eritemática mínima (MED, por sus siglas en inglés) se define como la mínima irradiación necesaria para producir enrojecimiento en la piel tras un determinado tiempo de exposición a la radiación ultravioleta del sol.

 

Cada cual posee un umbral de resistencia en función de la calidad de su piel, que se clasifica en seis fototipos: desde el 0, donde se inscriben los individuos albinos, con tolerancia mínima al sol; al VI, que incluye las personas negras, prácticamente exentas de sus efectos nocivos. De todos modos, los dermatólogos insisten en que tostarnos al aire libre sin protección, con independencia de nuestro fototipo, es una temeridad que puede acarrear funestas consecuencias.



Dada la creciente incidencia de melanomas en los países occidentales, hoy se estudian minuciosamente las consecuencias de los baños solares en la salud. En realidad, el bronceado es un mecanismo de defensa contra los rayos ultravioleta (UV).

 

Antes se pensaba que la melanina, la sustancia responsable de la coloración oscura, era el único filtro frente al exceso de radiación, pero ahora sabemos que también hacen de barrera los lípidos, los queratinocitos –células productoras de queratina que, una vez muertas, forman el estrato córneo– y ciertas proteínas de la capa superficial.

 

Sea como fuere, hay tres tipos de UV, con efectos diferentes: los UVC, muy agresivos, pero que no atraviesan la capa de ozono; los UVB, causantes de quemaduras y cánceres, pero también de la pigmentación a largo plazo y la síntesis de la vitamina D; y los UVA, que penetran más profundamente en la piel y producen fotoenvejecimiento. Estos últimos, los que irradian las cabinas de bronceado, podrían favorecer de algún modo la aparición de tumores, advierten los expertos.

 

Y por si fuera poco, se acaba de identificar a otro “villano”: los rayos infrarrojos A (IR-C). Forman el 40 % de la radiación que impacta en nuestra cobertura cutánea –por ellos sentimos calor– y, a largo plazo, destruyen el colágeno, proteína responsable de la elasticidad y tersura. Algunas cremas ya incluyen protección contra los IR-C.






Un vaso con leche y galletas es la mejor receta contra el insomnio

dormir-comer

















Tan importante como incluir una serie de alimentos en nuestra dieta diaria es la hora en la que los ingerimos. Así lo asegura la catedrática de Fisiología de la Universidad de Extremadura Carmen Barriga, especialista en Crononutrición, que recomienda a las personas que padecen insomnio y a las que les cuesta conciliar el sueño tomar antes de dormir un vaso de leche caliente con una cucharada de azúcar y unas galletas.

Esta fórmula, según explica Barriga, es la combinación perfecta, ya que tanto los cereales como la leche son alimentos ricos en triptófano, el aminoácido encargado en nuestro organismo de sintetizar la hormona melatonina, sustancia implicada en la inducción al sueño.

Pero no es el único alimento que puede ayudar a conciliar el sueño por la noche. De hecho, todos los alimentos que contienen triptófano, o incluso serotonina o melatonina, son idóneos para tomarlos al anochecer o en la cena. Así, los plátanos, las cerezas, los cereales, el tomate, la lechuga, el pescado, los frutos secos o los frutos rojos pueden ayudar a dormir bien y obtener un sueño más reparador. Por el contrario, debe evitarse en las últimas horas del día frutas ricas en vitamina C como la naranja o el kiwi, bebidas como el té o el café o carnes rojas y embutidos ricos en tiroxina, "un aminoácido precursor de las catelocaminas y dopaminas que son las que nos hacen estar despiertos" afirma la investigadora. Estos productos es recomendable consumirlos durante la mañana.

El Grupo de Neuroinmunofisiología y Crononutrición de la Universidad de Extremadura lleva años estudiando temas de Crononutrición, la disciplina que se encarga de analizar cómo afectan determinados elementos presentes en los alimentos a nuestros ritmos biológicos, en especial al ritmo sueño/vigilia. Actualmente se centra en intentar a través de la nutrición actuar sobre los problemas de insomnio en las personas mayores, en las que los niveles de melatonina son prácticamente inexistentes. Paralelamente, se está llevando a cabo investigaciones en el campo nutracéutico para la comercialización de un producto concentrado a base de cerezas del valle del jerte con propiedades dietéticas y medicinales. Este compuesto presenta propiedades preventivas y terapéuticas frente al insomnio, el estrés oxidativo y la depresión.






Un gen explica por qué las mujeres son más propensas a desarrollar alzhéimer
 


































A pesar de no haber identificado aún una causa definitiva para la enfermedad de Alzheimer, los científicos han descubierto una pista muy reveladora respecto a por qué hay más mujeres que hombres que desarrollan esta enfermedad. La clave está en los genes.

 

Un estudio llevado a cabo por investigadores de la Escuela de Medicina de la Universidad de Stanford (EEUU) ha determinado que tener una copia de la variante del gen llamado ApoE4 otorga un riesgo sustancialmente mayor para la enfermedad de Alzheimer en las mujeres que en los hombres. El trabajo ha sido publicado en la revista Annals of Neurology.

 

Para la investigación se examinaron a miles de personas, la mayoría de ellas mayores de 60 años, quienes fueron monitorizadas durante varios años en diferentes centros de Alzheimer. Los investigadores evaluaron el historial clínico de todos ellos, encontrando que 2.200 personas habían mostrado signos de deterioro cognitivo leve, y 5.000 personas resultados normales. En ambos grupos, ser portador de ApoE4 aumentaba la probabilidad de la enfermedad de Alzheimer, tal y como se esperaba.

 

Sin embargo, para los que aparentemente habían obtenido resultados normales teniendo el gen ApoE4, en los hombres el aumento del riesgo -con el paso del tiempo- fue insustancial y, en las mujeres, por el contrario, el riesgo se duplicaba.

 

"Nuestro estudio mostró que, entre los controles sanos de más edad, tener una copia de la variante de ApoE4 confiere un riesgo considerable de enfermedad de Alzheimer en las mujeres, pero no en los hombres", afirma Michael Greicius, profesor asistente de Neurología y Ciencias Neurológicas y director médico del Centro Stanford para Trastornos de la Memoria y líder de estudio.

 


La mayoría de las personas son portadoras de dos copias de la variante del gen ApoE3, una de cada padre, pero alrededor de una de cada cinco personas lleva al menos una copia de ApoE4 y un nimio porcentaje lleva dos copias ApoE4. Está confirmado que una sola copia del gen ApoE4 aumenta el riesgo de sufrir alzhéimer al doble o incluso al cuádruple. Portar dos copias del gen nos condena a tener diez veces más riesgo de enfermedad de Alzheimer que cualquier otra persona.


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